domingo, 15 de agosto de 2010

EL VERDADERO GRITO DE DOLORES


En México, uno de nuestros mitos fundacionales es un confuso “grito de Dolores” y su personaje protagónico, un cura llamado Miguel Hidalgo y Costilla.

No conocemos en realidad las palabras que pronunció el cura Hidalgo en esa madrugada del 16 de septiembre. Sabemos, sin embargo, que Hidalgo no hizo un llamado por la independencia de México. El movimiento que él encabezaba buscaba preservar la independencia de España frente a las tropas francesas de Napoleón Bonaparte. Hidalgo quería, es cierto, un mejor Gobierno en la Nueva España, pero bajo una corona española restituida legítimamente a Fernando VII, quien la había asumido tras la abdicación de su padre Carlos IV con el motín de Aranjuez de 1808.
De igual forma cabe señalar, que en realidad Miguel Hidalgo no fue quien en verdad toco la campana principal de la parroquia de Dolores, si no el campanero, un hombre llamado Jose Galvan, hecho que tambien se le atribuyo a Hidalgo.

Hidalgo es hoy considerado el padre de la independencia de México, sin nunca haber expresado el deseo de lograr este objetivo. Quien por primera vez estableció ese propósito para una rebelión reducida a simple guerrilla fue José María Morelos en el Congreso de Chilpancingo de 1813, pero el verdadero padre de la independencia fue Agustín de Iturbide, quien tras pelear contra los insurgentes forjó un pacto con Vicente Guerrero para declarar la independencia de México. Iturbide, sin embargo, ha sido virtualmente borrado de la mitología histórica mexicana por haber sido conservador y por haberse declarado emperador. Otro dato curioso de hidalgo era que este siempre mantuvo una gran rivalidad con allende a tal grado de que dicho caudillo pensara en envenenarlo.

El Gobierno mexicano ha tratado siempre de ajustar el grito de Dolores a sus propósitos políticos. Con Porfirio Díaz la ceremonia de conmemoración se pasó al 15 de septiembre por la noche, para hacerla coincidir con el cumpleaños del presidente. El grito se nos presenta hoy con un “¡Viva México!” que es cuando menos anacrónico. Ningún presidente se atrevería a empuñar en la actualidad un estandarte de la Virgen de Guadalupe y a gritar vivas a favor del monarca español.

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